Me gusta ir al trabajo a pie, y me gusta regresar a casa a pie. Pero hay días, como hoy, en los que decido esperar al bus. La parada está justo delante de mi instituto. Siempre conozco a alguien mientras espero al bus número 10, que siempre llega con retraso (sólo pasa puntual cuando soy yo la que sale con retraso y necesito llegar pronto a casa por algún motivo). Hoy he conocido a Alina, una diminuta niña rusa. Alina se ha sentado a mi lado a esperar el bus. Alina me ha mirado. Alina tiene los ojos más increíbles del mundo. Uno gris y otro verde. Alina me ha preguntado: ¿eres profesora? con una espontaneidad y una alegría contagiosa tan contagiosa que he pensado: ojalá me encontrara a una Alina cada día en mi camino. Cuando he respondido afirmativamente a su pregunta me ha sonreído y entonces me ha preguntado: ¿Te gusta ser profesora? Los niños no son como los adultos, que a veces preguntamos por preguntar, los niños como Alina preguntan sin ningún tipo de pudor sólo aquello que en ese momento les interesa. Los adultos, en cambio, perdemos mucho tiempo con preguntas absurdas cuando en realidad ocultamos las preguntas de verdad.
Gracias, Alina.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment