"Cuando ya estábamos en el jardín, miré al cielo. Habían salido las primeras estrellas, y una luna muy grande. Me acordé de que podía llegar a casa a la hora que me diera la gana, respiré hondo, y era tan feliz como no he vuelto a serlo nunca en mi vida.
-¿Sabes adónde vamos?- le pregunté.
- Yo no. Me figuro que tú tampoco.
- No; no conozco este barrio ni tengo coche.
- Me tranquilizas.
Echamos a andar entre chalets, por calles desconocidas. Y pensaba, cogida de su mano, que era un milagro que a él le estuviera corriendo la sangre por las venas al mismo tiempo que a mí, y que hubiera descubierto en mi rostro la máscara de ausencia plena y que aquella luna que nos miraba estuviera iluminando también mares bravíos, montañas solitarias, caminos perdidos, ciudades ruidosas, tejados, valles, aves nocturnas, y los fuera a seguir iluminando en el futuro; y las palabras en mi garganta eran olas contenidas que se preparaban, oh Noc, para anegarlo todo.
Y él dijo, deteniéndose debajo de un farol, antes de besarme: "¿No te parece que ahora es siempre?" Y fue cuando supe que aquel amor me iba a asesinar lentamente, porque no era para durar."
Nubosidad variable
Y ahora estoy feliz porque tengo la certeza de que hay una parte de realidad en las novelas y una parte de novela en nuestra realidad.
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